Eru

Erase una vez...

Don Agapito se despertó una mañana con una sensación peculiar. Al mirarse en el espejo del baño, no vio su rostro habitual, sino una piña madura y de buen tamaño. Sus ojos, nariz y boca habían sido reemplazados por la textura rugosa y las hojas puntiagudas de la fruta tropical. Confundido, se frotó la cáscara con incredulidad, pero la piña seguía allí, tan real como el traje que se puso para ir a trabajar.

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